Yo era muy frágil, muy
débil, me gustaba mucho servir a las personas y más aún si se trataba de niños,
porque me entendía muy bien con ellos, me preferían, sentía que yo estaba hecho
para ellos. Pero en ciertas ocasiones me sentía humillado y ultrajado por esos
niños ricos que sólo querían utilizarme.
Yo era el mejor amigo de
Simón, bueno, eso creía, porque aunque yo siempre estuviese disponible para él,
aunque sólo fuera para jugar, para llorar, para que se divirtiera y hasta para
dormir, él no siempre estaba disponible para mí, de hecho, no sabía cómo
decírselo porque nunca habíamos tenido una verdadera comunicación.
Una lúgubre noche, donde el
viento agitaba fuertemente los árboles, yo dormía con Simón. Habíamos planeado
una pijamada con todos nosotros y ahora dormíamos juntos. En el día nos
entendíamos aunque no pronunciáramos palabra, al menos yo. Ahora, en sueños,
algo extraño sucedía. Yo me encontraba con él, y aunque no puedo explicarlo,
sentía que allí, ese momento, sería el inicio de nuestra primera conversación.
Él me miraba, con la misma cara que tenía cuando quería jugar conmigo. Yo le
correspondí, y por primera vez en mi corta existencia me sentí con capacidad
para hablarle. Cuando ya estábamos cerca le dije: “Hola ¿cómo estás?” y aunque
no era lo que parecía, me vi transformado en un monstruo, mi voz, la que por
primera vez utilizaba, se escuchaba de manera espantosa, terrorífica, muy grave
o como diría Simón: “Ultratumba”. Yo me asusté mucho, pero al parecer Simón lo
hizo primero y salió corriendo espantado y gritando.
El grito nos despertó de
golpe. Cuando abrí los ojos, Simón ya me había arrojado y ahora me encontraba
en el suelo. Estaba confundido, aturdido, Simón lloraba desconsoladamente, me
señalaba como si fuera culpable del más terrible crimen, decía que me quería lejos,
que yo lo había asustado. Su madre trataba de consolarlo, mientras su padre se
dirigía hacia mí, me agarró y ahora ambos íbamos en dirección a la chimenea. Me
sentía muy asustado, lamentaba mucho que Simón llorara a causa de nuestra
“conversación”, no había sido mi intención. Pero ahora me asustaba más el padre
de Simón, se dirigía con más rapidez hacia la chimenea conmigo, empezaba a
temer por mi vida y tenía razón, porque aquel hombre enfurecido me había
arrojado donde se prende fuego, sabía lo que él iba a hacer, y lo hizo. Veía
como el pelaje y el relleno de mis piernas se consumía. No sentía dolor, al fin
y al cabo estaba hecho de espuma, botones y tela, pero sí me dolía que todo
hubiera terminado así, que Simón no quisiera saber de mí y supongo que mis
compañeros tampoco, y comprendí que había sido un grave error, que un oso de
peluche como yo, hablara en sueños con un niño como Simón.
Luisa Fernanda Gil
Herrera. 2012
Nota: Éste texto está siendo editado y será publicado por mi profesor de lengua castellana Nelson Caro, a quien aprecio y tengo mucho por agradecerle.
Me parece una forma muy interesante de ver las cosas, sin contar que juegas muy bien con las circunstancias para que no se torne un texto predecible, en conclusión me encanto
ResponderEliminarXOXO
Lui tu texto esta encantador, parece un texto de fantasía el que da gusto leer, en el que te envuelves en la historia.
ResponderEliminarEres maravillosa.
luisa, tu texto me gusto mucho, pues encontré en el encanto en la espera del final de la historia, pero quisiera sugerirte párrafos más cortos para que la lectura fuese mucho más fácil, espero publiques pronto otro relato como este.
ResponderEliminarGracias compañeros por sus comentarios, tendré en cuenta sus sugerencias :)
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